Los Otakus de Ayer y Hoy, primera parte

Hace no mucho me topé con esta imagen durante mi estancia por Facebook, la cual no hizo otra cosa que hacerme recordar aquellos años en los que era un puberto y mi vida era mucho más sencilla de lo que es ahora.

Sí, la verdad es que desde que conocí ese término yo siempre me he considerado uno de esos engendros conocidos como Otakus. Lo sé con tan solo reflexionar como era mi más tierna infancia. Desde pequeño fui alguien que prefería quedarse en casa para ver dibujos animados como Dragon Ball y Ranma 1/2 en lugar de salir a jugar a las escondidas (muy bien, ya sé que en ese tiempo no había niño que no viera caricaturas pero lo mío era algo aún más religioso)
o bien, me agarraba de mi consola hasta terminar con el cartucho de turno que me duraban de una a tres semanas de acuerdo a la dificultad. Los años pasaban y de una u otra forma las series animadas que hacían en Japón y que transmitían en TV abierta siempre me transmitían una emoción bastante especial (sin despreciar las que venían de USA de las que también era un gran aficionado. Incluso si a veces debía conformarme con ver Pokemon, Digimon, Zoids, Los Caballeros del Zodiaco, Super campeones, Sailor Moon, Slam Dunk o Mikami la cazafantasmas en una pequeña TV blanco y negro porque mi madre por enésima vez tuvo que empeñar la tele grande y a colores para salir de un apuro, yo era feliz con pasar la tarde fantaseando con aquellos fantásticos mundos que casi siempre trataban de un humilde y aguerrido héroe que, a base de valor y perseverancia se abría el camino entre los poderosos hasta cumplir su sueño o hacer prevalecer el bien.

Los años pasaron, y conforme crecía y mis libertades aumentaban, mi acceso a ese mundo de fantasía iba creciendo. Compraba revistas con reseñas de series que no transmitían en mi país. Me hice de mi propio reproductor de DVD y empecé a comprar series nuevas y de antaño para gozarlas siempre que yo quisiera. Asistí a convenciones, me relacioné con otras personas a las que se les podría llamar también Otakus, comencé a comprar mangas en español que vendían en mi localidad como pasatiempo; con el tiempo y gracias al trabajo pude hacerme de una computadora e internet, teniendo así acceso a todo el anime y manga que pudiera consumir, siendo mi única limitante esta vez el tiempo que pudiese dedicar. Hasta llegué a escribir fanfictions de algunas de mis series favoritas.

Es por eso que a mis años puedo decir, sin temor a equivocarme, que he sido y sigo siendo un Otaku empedernido; siendo esa la razón por la que la imagen que puse me provocó sin remedio un poco de nostalgia. Me resultó casi imposible no querer corroborar lo que plantea: que los Otakus (o al menos lo que entendemos como tal en este lado del charco) ya no son lo que solían ser. Y ¿saben algo? Aún si es algo exagerado lo que plantean, tienen razón. Como la mayoría de las cosas en esta vida, el fandom de la animación japonesa en general ya no son como solían ser hace una década, o dos, que era cuando esta tendencia estaba recién apareciendo en América con el éxito que las series de anime que estaban importando las televisoras de México estaban teniendo entre los niños.

Las diferencias más notorias entre el otaku de antaño y el actual son fáciles de notar y enmarcar: Antes la mayoría tenía que conformarse con ver lo que transmitían y a veces hasta se tenía que aguantar un doblaje pésimo (como fue el caso de Dragon Ball en España) o una censura del carajo. Conseguir algo en VHS, en su idioma original y subtitulado era una tarea colosal, casi imposible si solo eras un mocoso que aún asistía a la primaria. Lo mejor que uno podía hacer era implorar a la deidad que tu familia te había enseñado a adorar que la televisora se apiadara de ti y transmitiera de una buena vez los nuevos episodios de Dragon Ball Z para saber que puñetas pasó en el planeta Namek. Nada de verse 5, 6 o hasta 10 capítulos seguidos de una serie, no; si el final del episodio te dejaba con un nudo en la garganta y quería saber si Seiya había sobrevivido te tenías que esperar al día siguiente. Ya ni si digan de los fines de semana que uno al ser un gran seguidor de las animaciones que pasan entre semana odiábamos con todas nuestra fuerzas. El Otaku de ahora puede ver lo quiera, cuando quiera y cuanto quiera ver, a excepción de las series que se están transmitiendo apenas en el país del sol naciente, que por cierto, aquí se tenía que esperar años para que las transmitieran en TV. Y como ocurre en estos casos, tanta libertad y amplia gama para elegir ocasionan que el Otaku de hoy en día se llene de hastío e indecisión, cual mujer que al ver su guardarropa lleno no exclama: "No tengo qué ponerme" pues ya nada de lo que conserva le llama la atención usar, o lo considera inapropiado.

Y ni hablar de las redes sociales, que ahora hacen más fácil la virtual convivencia con personas que comparten tus gustos aficiones, en contraparte del Otaku de antaño que soñaba con poder asistir a una convención a conocer y hablar con sus iguales de aquellos tontos temas con los que no encontrabas con quien compartirlos.

El Otaku de hoy en día es como un niño rico echado a perder por sus padres. De esos a los que se les da todo en bandeja de plata y por tanto no aprenden a darles un valor correcto a las cosas. De esos que terminan creyendo que se lo merecen todo. El internet así, de esa misma forma, ha malcriado al Otaku, dándole la oportunidad de descargarse cualquier juego, ver cualquier serie, cualquier película, cualquier manga, sin ningún costo, sin ninguna condición, sin ninguna cuota que lo que haga a veces tener que elegir, tener que sacrificarse para obtener algo. Es por eso que el Otaku de hoy ya no ve con el mismo gusto un episodio de una serie, que en antaño por ser lo que había y solo poder verlo unos veinte minutos al día esta tenía un valor más significativo el poder verla. Los pocos minutos que veías los veías con emoción, porque estaba consciente de que una vez que terminara te tendrías que esperar al día siguiente para poderla ver. El Otaku de hoy ve el episodio y se aburre constantemente cuando lo que está viendo no lo encontraba interesante, porque sabe que cuando acabe simplemente puede reproducir el episodio siguiente, y el siguiente, y el siguiente, hasta que se termine hartando y lo deje de lado, cual niño que se hartó de comer chocolate o puddín hasta que su propio cuerpo se asqueó. Y así, en vez de ver con gozo durante medio año una serie, ve a medio querer, a veces sin gozar siquiera la misma serie en menos de 5 días.

Y es así, siendo víctimas de su propia gula, que los otakus de hoy en día han creado en ellos mismos un "vacío" en su identidad como otakus que ahora tratan de llenar a través de su conducta. Misma qu trataré de explicar en la continuación de esta crónica.

Hasta la próxima:

Animetrixx.

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